Sancho llorando a Alonso Quijano: “No se muera vuestra merced, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin
más ni más, sin que nadie lo mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía”, (Don Quijote de la Mancha).
Ese es el drama del individuo contemporáneo, cuando descubre que el sentido común, el mundo que hasta ahora pudo asirse, no es en verdad el de la realidad, ya que aparece concretamente la ciencia, hecha en base a extensiones de movimiento, temporalidades, obligándolo a alejarse de la fantasía y convirtiéndolo en un ser depresivo, enfermo.
La fantasía es una facultad que da el encanto y la dimensión de la vida; el misterio y la belleza de las cosas. Un ciprés no es igual que otro ciprés, un perro no es igual que otro perro, una puesta de sol no es igual que otra puesta de sol...
Difícil de entender en estos tiempos, que un bosque no vale como riqueza maderera, sino por la configuración de luz y sombra que se produce a determinadas horas, por la serenidad que provoca estar dentro de él.
Eso es lo que hemos perdido. Todo es medido por cantidades, números, riqueza en lo económico. A tal punto, que ya no nos acordamos que somos parte de un espíritu, perdiendo la intuición poética, filosófica y científica.
Para estar alegres necesitamos circunstancias muy llamativas que vengan desde afuera hacia el interior, y no de adentro hacia fuera. El individuo mide su realidad por el disfrute, por las utilidades, poder o prestigio que le suministran. Al desaparecer estas garantías, no se hace problemas, al contrario se pone en campaña, para adquirir algo mejor, convencido que tal situación se lo tiene ganado. Si esto no ocurre, aparece la ansiedad traducida sicosomáticamente en dolores de cabeza, de espalda, el sentirse cansado, etc.
De ahí la necesidad de tener esa experiencia inédita de lo nunca antes visto, absoluto, indescriptible, y que vale la pena detenerse: el concepto “presencia” del filósofo alemán Martín Heidegger, ese algo especial que no puedo explicar...
Aun tenemos tiempo para recuperarnos. Nuestros hijos se sienten confundidos por nuestra indolencia y lo están expresando violentamente...
Esa experiencia inédita de lo nunca antes visto, absoluto, indescriptible, y que vale la pena detenerse...
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