Traumas Ancestrales
Los inmigrantes europeos llegaron a conquistar y dominar al Nuevo Mundo quedando, hasta hoy, las marcas psicológicas de los antepasados
Si queremos inclinar la balanza para
incentivar el fortalecimiento de las instituciones y actividades en regiones de
los países sudamericanos, debemos analizar la causa por la cual esto ha sido
difícil de concretar: las raíces culturales.
Su tradición cultural es de tipo
feudal. La relación ha sido asimétrica entre el patrón (el padre) y el
pueblo (el niño), estando marcados por el vínculo jerárquico entre hacendado y
peón que impuso el colonialismo realista español.
Los inmigrantes europeos, irlandeses,
italianos, etc., arribaron a los EE.UU. de Norteamérica dispuestos y convencidos
de que todos podían llegar lejos por igual.
No ocurrió lo mismo en América Latina y el Caribe. Los
inmigrantes del Viejo Mundo llegaron a dominar y establecer una cultura de
clases con roles estamentados, quedando vestigios hasta hoy: aristocracia
castellana – vasca e ingleses.
Si a ésto le agregamos la reorganización
económica que vivió Chile, después de 1973 (Gobierno Militar), donde la manera
de pensar, de sentir y de actuar era opuesta a la dimensión social, entrando
fuertemente la cultura del individualismo.
No sólo se concluye la privatización de los
recursos económicos, sino de la concepción misma de la existencia. Cada individuo
define sus metas y si hay problemas es el único responsable de resolverlos.
Sentimos la sensación que se ha regresado al
año 1869, en Chile, durante el gobierno de José Joaquín Pérez, en que la pugna
por el poder era casi familiar y se resolvía al interior del “Club de la Unión”, muy cerca del Congreso Nacional (actualmente éste es ocupado para sesiones de las comisiones parlamentarias), por calle Bandera, en
Santiago, donde concurrían liberales y conservadores, agregándose los poderes
fácticos provenientes de grandes empresarios mineros.
Santiago - Club de la Unión |
Las autoridades para tomar decisiones involucran a los sectores más poderosos e influyentes, mientras el resto se encuentra en la más absoluta indefensión.
Esta creciente oligarquización ha incidido
que, un sector fuerte de la población está cayendo en un proceso de
desmoralización y escepticismo, que se evidencia con propiedad hacia la clase
política.
Esta no representa a los electores y sólo
establece vínculos con ellos en períodos de campañas proselitistas.
Mientras la población está desesperada por
las deudas, más campañas de mensajes subliminales evitando el conflicto porque
es deficiente, se orienta al ciudadano a estar siempre de acuerdo, sin derecho
democrático al reclamo.
La televisión no
presenta programas con temas apropiados que afligen al chileno, sino que está
concebida como un escape para que el telespectador se preocupe de
superficialidades.
Para que el chileno reaccione, requiere mayor
información y un cambio de mentalidad.
En Argentina existe una cultura de
participación del pueblo, obra del Presidente, General (Ejto.) Domingo Faustino
Sarmiento (1868 – 1874), basado en su Mensaje de 1870, donde extendió la
instrucción educacional por la participación de las ventajas sociales.
En Chile, la cultura es elitista, evita
exponerse y decir lo que piensa, castiga la participación, además es emocional
antes que racional.
No es capaz de manejar sus diferencias
públicamente, por lo tanto, el individuo calla en vez de defender sus derechos,
y si lo hace, se ganará ineludiblemente el estereotipo de “centro de mesa” y
miradas reprobatorias, porque el resto de las personas no desean involucrarse.
El que opte a hacerlo, y la verdad pareciera
que costará llegar a ese punto, es considerado exótico, loco que ya no le
importa serlo.
En 1920, comenzaron a inclinar la balanza,
las estructuras y los procesos colectivos. La clase media, aprisionada por la
oligarquía, inicia su independencia, gracias a la influencia de la educación
pública gratuita.
Clase Media Chilena, estrato socioeconómico relacionado con ingresos autónomos y nivel de estudios alcanzados |
Arturo Alessandri Palma (1920-1925), realizó
por primera vez una campaña electoral presidencial con la participación
ciudadana. Ingresa un período de movimientos obreros, organizaciones
estudiantiles y partidos políticos, quienes llamaron a reivindicar sus derechos
ciudadanos.
Hasta 1954, fue tal la expansión de
corrientes ideológicas que existieron en el país, 18 partidos políticos
inscritos, producto de la división del Partido Agrario Laborista (PAL, fundado en 1945, disuelto en
1958), que proclamó la candidatura presidencial
del General Carlos Ibáñez del Campo (1951), y lo apoyó durante su segundo gobierno.
El dirigente de esa época, encabezaba a un
grupo humano pequeño y estaba en contacto con cada uno de sus partidarios.
El Gobierno Militar de 1973, cambió la
orientación en la psicología colectiva de la población. Producto de ello,
muchas personas rememoran con nostalgia un conductor fuerte y no pueden comprender
lo que ofrecen los jefes contemporáneos de cúpulas partidarias.
La actual relación con algún dirigente
importante está influenciada por los medios masivos de comunicaciones, que
permiten aparentar sin límites.
La gente ya no quiere al dirigente que habla
bien, sino el que hace bien. Cualidad principal, la honestidad, o por lo menos
que lo intente.
El dirigente de ahora no es como el gran señor
de las multitudes, aquel que se preocupaba, formalmente de que su pueblo
disfrutara la paz ciudadana o sucumbiera ante la guerra declarada, como en
Europa, en 1939 (2a. guerra Mundial), sino que responda a intereses personales
frente a la importancia gubernamental.
Lo desalentador en este punto, es la
sensación que se tiene en los Cursos para Líderes, ver a personas un tanto
cómodas orientadas al bienestar personal, indiferentes hacia el prójimo.
Chile, se ha alejado de la cultura,
viviendo el presente en pos de la economía. La comunidad se siente desvalida
después que apostó por el capitalismo, durante más de tres décadas y sus
ciudadanos se creyeron los jaguares de América.
El europeo, en cambio, ha fijado siempre sus
metas en base de costumbres y creencias ancestrales, sin dejarse impresionar
por los vaivenes de la economía.
Las secuelas psicosociales de los chilenos
están derivando a una conducta agresiva creciente, a nivel familiar y social.
Se habían acostumbrado al éxito inmediato y cuantitativo.
La violencia está alcanzando un grado
preocupante, como enfrentamientos en campos deportivos entre hinchas del
fútbol, con amenazas de muerte incluidas.
El ciudadano está cayendo en un estado
depresivo, síntoma que está en estrecha relación con la baja autoestima, que lo
está motivando a marginarse del sistema. Descubriendo que no logrará nada por
el conducto regular, pudiendo incluso sufrir mayores perjuicios, el individuo
está optando por la ilegalidad.
Para un cambio de mentalidad, que en Chile
puede tomar generaciones, hay que comenzar con los niños, enseñándoles a
escuchar para incentivarles sus capacidades afectiva hacia los demás.
Es muy frecuente ver en los colegios, y en
nuestro tiempo cuando fuimos niños, el uso del sarcasmo, la desaprobación
velada. Se interpreta que, educar es corregir, cuando al niño hay que
estimularle la valoración personal y así tendrá consideración con sus
semejantes.
En la televisión, se emiten programas con
nefastos contenidos, donde los personajes no poseen derechos; o son buenos o
son malos, no existe el diálogo. Sus problemas son “resueltos” eliminando al
supuesto enemigo.
Según las circunstancias históricas, la
mente humana toma partido, generalmente, por dos opciones contrarias: una, es
el análisis de sus frustraciones que experimenta y trata de aprender de ellas.
La otra, cae en un estado primitivo y reacciona burdamente.
Llevamos sobre sí, la costumbre ancestral de
evitar el trabajo psicológico de racionalizar las emociones y los afectos. Así,
la época capitalista priorizó lo pasajero y trivial.
La juventud busca que los adultos nos
detengamos a escucharlos, y para ello, han ideado formas como los desórdenes en
festivales rockeros; daños a iglesias y cementerios; pandillas dispuestas a
cometer asesinatos por un gramo de cocaína.
Teniendo claro que, la violencia es la forma
de reacción humana más cómoda para el ejercicio mental, porque la absuelve de
cualquier esfuerzo analítico, es la más cara para la sociedad.
Viviendo una realidad volátil, donde se
prioriza la estética sobre la ética. ¡Algún día nos pasará la cuenta!
No debemos mirar la historia pasada
como la causa de lo que ocurre hoy en día, sino una configuración de espacios,
donde nos arrojaron al futuro. Para avanzar siendo innovadores, no debemos
rechazar el pasado, sino que reabrir las tradiciones. Toda invención viene de
un mundo anterior que ya existe.
Aprendamos a interpretar lo que la juventud
quiere decirnos a través de los grafitis. Esta forma de expresión, futuras
generaciones la denominarán “la cultura de nuestro tiempo”.
La globalización, la apertura de internet
confluyendo hacia la televisión nos apoyarán para hacernos cargo de las
preocupaciones y necesidades de la humanidad.
Querámoslo o no, somos seres emocionales, por lo
tanto, aprendamos a encauzarnos hacia desafíos positivos, liberándonos de
resentimientos y energías perjudiciales.
Leer ahora Un ciudadano: un voto
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