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lunes, 20 de agosto de 2012

LOS COMPLEJOS DEL CHILENO

Traumas Ancestrales


Los inmigrantes europeos llegaron a conquistar y dominar al Nuevo Mundo quedando, hasta hoy, las marcas psicológicas de los antepasados

   Si queremos inclinar la balanza para incentivar el fortalecimiento de las instituciones y actividades en regiones de los países sudamericanos, debemos analizar la causa por la cual esto ha sido difícil de concretar: las raíces culturales.


   Su tradición cultural es de tipo feudal. La relación ha sido asimétrica entre el patrón (el padre) y el pueblo (el niño), estando marcados por el vínculo jerárquico entre hacendado y peón que impuso el colonialismo realista español.


   Los inmigrantes europeos, irlandeses, italianos, etc., arribaron a los EE.UU. de Norteamérica dispuestos y convencidos de que todos podían llegar lejos por igual.


   No ocurrió lo mismo en América Latina y el Caribe. Los inmigrantes del Viejo Mundo llegaron a dominar y establecer una cultura de clases con roles estamentados, quedando vestigios hasta hoy: aristocracia castellana – vasca e ingleses.


   Si  a ésto le agregamos la reorganización económica que vivió Chile, después de 1973 (Gobierno Militar), donde la manera de pensar, de sentir y de actuar era opuesta a la dimensión social, entrando fuertemente la cultura del individualismo.


   No sólo se concluye la privatización de los recursos económicos, sino de la concepción misma de la existencia. Cada individuo define sus metas y si hay problemas es el único responsable de resolverlos.


   Sentimos la sensación que se ha regresado al año 1869, en Chile, durante el gobierno de José Joaquín Pérez, en que la pugna por el poder era casi familiar y se resolvía al interior del “Club de la Unión”, muy cerca del Congreso Nacional (actualmente éste es ocupado para sesiones de las comisiones parlamentarias),  por calle Bandera, en Santiago, donde concurrían liberales y conservadores, agregándose los poderes fácticos provenientes de grandes empresarios mineros.

Santiago - Club de la Unión


Las autoridades para tomar decisiones involucran a los sectores más poderosos e influyentes, mientras el resto se encuentra en la más absoluta indefensión.


   Esta creciente oligarquización ha incidido que, un sector fuerte de la población está cayendo en un proceso de desmoralización y escepticismo, que se evidencia con propiedad hacia la clase política.


   Esta no representa a los electores y sólo establece vínculos con ellos en períodos de campañas proselitistas.


   Mientras la población está desesperada por las deudas, más campañas de mensajes subliminales evitando el conflicto porque es deficiente, se orienta al ciudadano a estar siempre de acuerdo, sin derecho democrático al reclamo.


   La televisión no presenta programas con temas apropiados que afligen al chileno, sino que está concebida como un escape para que el telespectador se preocupe de superficialidades.


  Para que el chileno reaccione, requiere mayor información y un cambio de mentalidad.


   En Argentina existe una cultura de participación del pueblo, obra del Presidente, General (Ejto.) Domingo Faustino Sarmiento (1868 – 1874), basado en su Mensaje de 1870, donde extendió la instrucción educacional por la participación de las ventajas sociales.


   En Chile, la cultura es elitista, evita exponerse y decir lo que piensa, castiga la participación, además es emocional antes que racional.


   No es capaz de manejar sus diferencias públicamente, por lo tanto, el individuo calla en vez de defender sus derechos, y si lo hace, se ganará ineludiblemente el estereotipo de “centro de mesa” y miradas reprobatorias, porque el resto de las personas no desean involucrarse.


   El que opte a hacerlo, y la verdad pareciera que costará llegar a ese punto, es considerado exótico, loco que ya no le importa serlo.


   En 1920, comenzaron a inclinar la balanza, las estructuras y los procesos colectivos. La clase media, aprisionada por la oligarquía, inicia su independencia, gracias a la influencia de la educación pública gratuita.


Clase Media Chilena, estrato socioeconómico relacionado con ingresos autónomos y nivel de estudios alcanzados
 




Arturo Alessandri Palma (1920-1925), realizó por primera vez una campaña electoral presidencial con la participación ciudadana. Ingresa un período de movimientos obreros, organizaciones estudiantiles y partidos políticos, quienes llamaron a reivindicar sus derechos ciudadanos.


   Hasta 1954, fue tal la expansión de corrientes ideológicas que existieron en  el país, 18 partidos políticos inscritos, producto de la división del Partido Agrario  Laborista (PAL, fundado en 1945, disuelto en 1958),  que proclamó la candidatura presidencial del General Carlos Ibáñez del Campo (1951), y lo apoyó durante su  segundo gobierno.


   El dirigente de esa época, encabezaba a un grupo humano pequeño y estaba en contacto con cada uno de sus partidarios.


   El Gobierno Militar de 1973, cambió la orientación en la psicología colectiva de  la población. Producto de ello, muchas personas rememoran con nostalgia un conductor fuerte y no pueden comprender lo que ofrecen los jefes contemporáneos de cúpulas partidarias.


   La actual relación con algún dirigente importante está influenciada por los medios masivos de comunicaciones, que permiten aparentar sin límites.


  La gente ya no quiere al dirigente que habla bien, sino el que hace bien. Cualidad principal, la honestidad, o por lo menos que lo intente.


   El dirigente de ahora no es como el gran señor de las multitudes, aquel que se preocupaba, formalmente de que su pueblo disfrutara la paz ciudadana o sucumbiera ante la guerra declarada, como en Europa, en 1939 (2a. guerra Mundial), sino que responda a intereses personales frente a la importancia gubernamental.


   Lo desalentador en este punto, es la sensación que se tiene en los Cursos para Líderes, ver a personas un tanto cómodas orientadas al bienestar personal, indiferentes hacia el prójimo.


   Chile, se ha alejado de la cultura, viviendo el presente en pos de la economía. La comunidad se siente desvalida después que apostó por el capitalismo, durante más de tres décadas y sus ciudadanos se creyeron los jaguares de América.


   El europeo, en cambio, ha fijado siempre sus metas en base de costumbres y creencias ancestrales, sin dejarse impresionar por los vaivenes de la economía.


   Las secuelas psicosociales de los chilenos están derivando a una conducta agresiva creciente, a nivel familiar y social. Se habían acostumbrado al éxito inmediato y cuantitativo.


   La violencia está alcanzando un grado preocupante, como enfrentamientos en campos deportivos entre hinchas del fútbol, con amenazas de muerte incluidas. 


   El ciudadano está cayendo en un estado depresivo, síntoma que está en estrecha relación con la baja autoestima, que lo está motivando a marginarse del sistema. Descubriendo que no logrará nada por el conducto regular, pudiendo incluso sufrir mayores perjuicios, el individuo está optando por la ilegalidad.


   Para un cambio de mentalidad, que en Chile puede tomar generaciones, hay que comenzar con los niños, enseñándoles a escuchar para incentivarles sus capacidades afectiva hacia los demás.


   Es muy frecuente ver en los colegios, y en nuestro tiempo cuando fuimos niños, el uso del sarcasmo, la desaprobación velada. Se interpreta que, educar es corregir, cuando al niño hay que estimularle la valoración personal y así tendrá consideración con sus semejantes.


   En la televisión, se emiten programas con nefastos contenidos, donde los personajes no poseen derechos; o son buenos o son malos, no existe el diálogo. Sus problemas son “resueltos” eliminando al supuesto enemigo.


   Según las circunstancias históricas, la mente humana toma partido, generalmente, por dos opciones contrarias: una, es el análisis de sus frustraciones que experimenta y trata de aprender de ellas. La otra, cae en un estado primitivo y reacciona burdamente.


   Llevamos sobre sí, la costumbre ancestral de evitar el trabajo psicológico de racionalizar las emociones y los afectos. Así, la época capitalista priorizó lo pasajero y trivial.


   La juventud busca que los adultos nos detengamos a escucharlos, y para ello, han ideado formas como los desórdenes en festivales rockeros; daños a iglesias y cementerios; pandillas dispuestas a cometer asesinatos por un gramo de cocaína.


   Teniendo claro que, la violencia es la forma de reacción humana más cómoda para el ejercicio mental, porque la absuelve de cualquier esfuerzo analítico, es la más cara para la sociedad.


   Viviendo una realidad volátil, donde se prioriza la estética sobre la ética. ¡Algún día nos pasará la cuenta!


   No debemos mirar la historia pasada como la causa de lo que ocurre hoy en día, sino una configuración de espacios, donde nos arrojaron al futuro. Para avanzar siendo innovadores, no debemos rechazar el pasado, sino que reabrir las tradiciones. Toda invención viene de un mundo anterior que ya existe.


   Aprendamos a interpretar lo que la juventud quiere decirnos a través de los grafitis. Esta forma de expresión, futuras generaciones la denominarán “la cultura de nuestro tiempo”.



   La globalización, la apertura de internet confluyendo hacia la televisión nos apoyarán para hacernos cargo de las preocupaciones y necesidades de la humanidad.


   Querámoslo o no, somos seres emocionales, por lo tanto, aprendamos a encauzarnos hacia desafíos positivos, liberándonos de resentimientos y energías perjudiciales.

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