La actual crisis de la deuda soberana europea, ha dejado en evidencia el alto grado de interdependencia entre las diversas economías del planeta, por muy lejanas que éstas estén.
Se ha demostrado que las redes de información materializan y articulan dicha interdependencia.
En sus comienzos, la crisis de la zona euro, fue enunciada más que experimentada. Se señaló que estaba en pleno curso pero nadie podía precisar sus efectos.
El impacto de la globalización de las comunicaciones ha derivado en un cambio substancial de la persona. Esta se va convirtiendo en miembro de una cultura planetaria, pero a su vez se transforma en extranjero respecto a lo que sucede en su país.
El mundo actual es una aldea global, profusamente segmentada, donde impera la lógica de la diferencia, proliferan demandas, gustos y deseos cada vez más diversos y heterogéneos.
El mercado es concebido a partir de la demanda, no de la oferta, por lo tanto el desafío que se impone a toda empresa no es el de producir más sino satisfacer una demanda siempre cambiante en directa sintonía con las transformaciones tecnológicas, sociales y culturales, en su mayoría impredecibles.
Para que esta globalización tenga su curso pleno supone lo que hoy palpamos, una arquitectura en red de flujos multidireccionales, interconectados y de gran extensión que disminuya la sensibilidad de la distancia y el tiempo.
Las dificultades que la sociedad actual podría atravesar antes de alcanzar el equilibrio en el nuevo ambiente producto de la aceleración tecnológica, es la brecha entre aquellos capaces de interpretar, de usar y aquellos que no pueden hacer ninguna de las dos cosas.
Leer ahora EL ALMA LO BUENO QUE HAY EN TI
La actual crisis de la deuda soberana europea, ha dejado en evidencia el alto grado de interdependencia entre las diversas economías del planeta, por muy lejanas que éstas estén.
Se ha demostrado que las redes de información materializan y articulan dicha interdependencia.
En sus comienzos, la crisis de la zona euro, fue enunciada más que experimentada. Se señaló que estaba en pleno curso pero nadie podía precisar sus efectos.
El impacto de la globalización de las comunicaciones ha derivado en un cambio substancial de la persona. Esta se va convirtiendo en miembro de una cultura planetaria, pero a su vez se transforma en extranjero respecto a lo que sucede en su país.
El mundo actual es una aldea global, profusamente segmentada, donde impera la lógica de la diferencia, proliferan demandas, gustos y deseos cada vez más diversos y heterogéneos.
El mercado es concebido a partir de la demanda, no de la oferta, por lo tanto el desafío que se impone a toda empresa no es el de producir más sino satisfacer una demanda siempre cambiante en directa sintonía con las transformaciones tecnológicas, sociales y culturales, en su mayoría impredecibles.
Para que esta globalización tenga su curso pleno supone lo que hoy palpamos, una arquitectura en red de flujos multidireccionales, interconectados y de gran extensión que disminuya la sensibilidad de la distancia y el tiempo.
Las dificultades que la sociedad actual podría atravesar antes de alcanzar el equilibrio en el nuevo ambiente producto de la aceleración tecnológica, es la brecha entre aquellos capaces de interpretar, de usar y aquellos que no pueden hacer ninguna de las dos cosas.
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